Por:
Ing. Juvenal Brenes
Santo Domingo, Distrito Nacional
La máxima aspiración de un niño es ser un hombre, de un hombre ser un padre, de un padre ser un abuelo. A lo largo de la vida, se nos revela la belleza de este ciclo ancestral, donde la semilla del amor y la sabiduría se siembran en cada generación.
En el inmenso corazón de un niño late el deseo de crecer y convertirse en un hombre. Sueña con la fortaleza y el coraje que caracterizan a los grandes líderes, pero también con la compasión y el amor que moldean su carácter.
Cuando ese niño se convierte en un hombre, se enfrenta a la aventura de la paternidad. Descubre la alegría y la responsabilidad de criar y educar a sus propios hijos, guiándolos con amor y ejemplo, para que puedan florecer y alcanzar sus propios sueños.
Pero el camino no termina ahí. La experiencia de ser padre despierta en el corazón del hombre una nueva aspiración: la de ser un abuelo. En esta etapa de la vida, se encuentra la dicha de transmitir los valores familiares, compartir historias y crear vínculos aún más profundos con las generaciones futuras.
Ser un abuelo es un regalo invaluable. Es la oportunidad de disfrutar la vida con la sabiduría acumulada, de ser el faro que guía a los nietos con amor incondicional y de construir recuerdos que perdurarán en sus corazones para siempre.
En cada fase de este viaje, se revela la importancia de honrar y preservar el legado de nuestros antepasados. Desde el niño que ansía convertirse en hombre, hasta el padre que guía con amor y el abuelo que construye un puente hacia el futuro, cada paso es esencial en el ciclo de la vida.
Que cada uno de nosotros aspire a cumplir estas etapas con integridad y dedicación, para dejar un legado de amor, sabiduría y afecto a las próximas generaciones. En este hermoso ciclo de ser niño, hombre, padre y abuelo, encontramos la plenitud y el propósito en el regalo de la vida.